Para The Economist, la Argentina debe evitar dolarizar e ir al default

Milton Friedman, un influyente personaje en el ámbito económico, dejó una marca «indeleble en la vida personal y política del posible próximo presidente de Argentina», escribe The Economist en un artículo en el que aborda un posible gobierno de Javier Milei, y su idea bandera: la dolarización de la economía argentina.

Las ideas de Milei «beben directamente de las enseñanzas del economista de libre mercado más relevante del siglo XX. Las convicciones de Milei sobre el tamaño mínimo del Estado y su función económica prácticamente inexistente reflejan la profunda influencia de Friedman en su pensamiento», agrega el prestigioso diario económico.

Milei, The Economist y la dolarización

La columna destaca que «la mayoría de los argentinos ya utilizan el dólar en muchas de sus transacciones diarias»; por lo que oficializar su uso podría eliminar «la necesidad de conversiones entre dólares y pesos»; lo cual podría simplificar las transacciones. Además, «la dolarización garantizaría que los cambios en la economía argentina no afecten al tipo de cambio del dólar, que es la moneda más negociada en el mundo, lo que potencialmente podría estabilizar el mercado, como sucedió en Ecuador después de su dolarización en el año 2000″, advierte el diario de la City londinense.

Sin embargo, la atracción principal de la dolarización «reside en su capacidad para evitar que el gobierno argentino imprima más dinero, una crítica fundamental que Milton Friedman tenía hacia los bancos centrales.» Según los defensores de esta medida, con el tiempo, el Estado se vería forzado a reducir su tamaño y se pondría fin a la prolongada batalla contra la inflación.

Dolarización: los «problemas» de la propuesta

No obstante, existen problemas inherentes a esta propuesta, ya que parte de una visión optimista y poco realista de la capacidad de los gobiernos para tomar decisiones difíciles. El hecho de que Argentina renuncie al banco central como recurso en tiempos de crisis no garantiza automáticamente que los políticos reducirán sus préstamos a niveles seguros. En la realidad, los gobiernos a menudo se ven sometidos a presiones múltiples, incluyendo la necesidad de pagar a los prestamistas, mantener una burocracia eficiente, satisfacer las demandas de los partidos de oposición y cumplir con las expectativas de los votantes en cuanto a los servicios gubernamentales.

En una economía dolarizada, la ausencia de un banco central como prestamista de último recurso aumenta considerablemente el riesgo de incumplimiento en caso de crisis. Los bancos que podrían haber sobrevivido con liquidez de emergencia enfrentarían la quiebra, y el gobierno no contaría con suficientes dólares para garantizar los depósitos de los ciudadanos, lo que resultaría en la pérdida de ahorros para millones de personas. Además, muchos préstamos podrían regirse por la legislación estadounidense, lo que complicaría aún más las negociaciones de reestructuración de deuda para el gobierno argentino.

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